Santos Pereyra, el hombre detrás del paro de los municipales de San FernandoEl sindicalista protagoniza la huelga del corralón municipal que tiene paralizada la obra pública en este distrito desde hace una semana. Vida y obra de un hombre al cual la muerte lo invitó varias veces a su morada.
Por Rodrigo Lescano
Sentados alrededor de los portones del corralón municipal de San Fernando, un grupo de empleados municipales no deja entrar ni salir a ninguno de los camiones que se encargan de transportar los materiales necesarios para las obras de este distrito. Desde hace una semana, se lleva a cabo la huelga de los trabajadores del Centro de Servicios y Obras Públicas, organismo perteneciente al municipio que comanda el peronista Juan Andreotti.
La lucha tiene como bandera el pase a planta de permanente de ocho operarios bajo contrato temporal y por aumento de salarios para todo el personal. El asta lo porta la Asociación de Trabajadores Municipales de San Fernando y el abanderado es Santos Pereyra, miembro de la comisión directiva de este gremio y empleado del corralón desde 1987.
Cruza la avenida Maipú y se dirige hacia el bloqueo. Está acompañado por su hijo Francisco de 10 años, el cual sostiene con una de sus manos un pancho y lleva una pelota en la otra. Este fin de semana le "toca" cuidarlo. Se sienta en una de las sillas del gazebo instalado por el gremio en uno de los paredones del corralón. Allí confiesa que quiere darle a Francisco todo lo que sus padres no le brindaron a él.
Quilombos
Nacido el 8 de abril de 1966 en Tucumán, su familia se radicó en San Fernando cuando él tenía nueve años. Traían consigo la esperanza de encontrar un bienestar en una zona norte que todavía no había sido arrasada por las políticas neoliberales de las décadas siguientes. Sin embargo, esos anhelos desaparecieron en Santos cuando la violencia social del barrio San Jorge, en el cual residió durante su juventud, lo consumió.
El gremialista define su adolescencia como "problemática", pero no quiere profundizar en su paso por un internado de menores. Solo relata que recibió dos tiros de escopeta y uno en el pecho en esa etapa del barrio donde hubo "40 muertos".
Para salir de esos "quilombos" que lo aturdían, decide mudarse al centro de San Fernando para formar una familia con su primer matrimonio. Como para cualquier ser humano que escapa de realidades adversas, el trabajo es un pilar para todo proyecto: ingresa en 1987 al corralón municipal, el cual en ese entonces estaba ubicado sobre las calles San Ginés y Quirno Costa.
Su labor es vital: limpiar los sumideros para que esa ciudad costera no se inunde. Se enfoca en su trabajo para escapar de los "quilombos". "En ese momento, definí no escabiar ni drogarme más", afirma a este cronista mientras pasa un camionero por el corralón y toca su bocina para darle ánimo a los que luchan.
Pararse de mano a la injusticia
En los últimos treinta años, Santos Pereyra trabajo para todas las gestiones peronistas que ocuparon el palacio municipal sanfernandino: desde Alfredo Viviant, el primer intendente elegido durante la vuelta de la democracia, pasando por Gerardo Amiero hasta la actual gestión de la familia Andreotti. Fue con estos últimos donde se despertaron sus pasiones gremiales.
"Siempre fui solidario y me paré de ?mano' ante las injusticias. Sabía que el gobierno de Luis Andreotti me quería despedir. Por eso, me postule de delegado", recuerda mientras le ordena a su hijo que no juegue a la pelota en la calle.
"Para los Andreotti, los municipales somos unos negros de mierda", protesta. Su odio a esta familia que proviene del massismo sale por todos sus poros: "Quieren estar en el poder para hacerse millonarios. El actual intendente cobra 4 millones de pesos, mientras que nosotros, 130 mil".
Siempre estuvo en la mira de Luis Handsen, el director del corralón, el cual lo amenazó de muerte a su compañero delegado y a él en 2016. "Yo tengo la plata para pagarle a un sicario y hacerlos mierda", expresó este funcionario en un audio que se difundió en los medios locales. El motivo: reclamar el pago de horas extras.
Hace 4 años que no es más delegado Santos, ya que es miembro de la comisión directiva del sindicato municipal. El conflicto reciente en el corralón alimentó sus ganas de volver a ocupar este puesto.
Enseñanza para Francisco
A sus 57 años, Santos Pereyra tiene colocado dos stents coronarios y sufre diabetes y artritis reumatoidea. Atravesó dos divorcios y perdió un hijo hace unos años. Con esos dolores, que duelen más que los disparos del barrio San Jorge, sigue sumergiéndose en los sumideros a igual que sus compañeros. "Por mi categoría de encargado no es necesario que lo haga, pero no quiero tener las manos en los bolsillos", asegura.
También sigue luchando. Su familia y sus cercanos le reniegan todo el tiempo su actividad sindical. "Ellos me preguntan por qué tengo la necesidad de estar en este lugar. Lo hago porque no me gusta que el que tenga poder maltrate a los pibes contratados".
Se define como una persona tranquila, que le gusta salir los fines de semana con sus amigas y mirar Netflix. Esos planes, por el momento, están cancelados. El conflicto del corralón no parece resolverse a corto plazo y siento que mi entrevista deberá ser finalizada porque debe debatir con sus compañeros cómo será el plan de lucha los días próximos.
Para Pereyra, el eje de su vida pasa por compartir tiempo con Francisco, su hijo de 10 años que juega un picadito con los operarios en uno de los paredones del corralón. Santos no lo sabe, pero le está dando a Francisco algo que sus padres tal vez no le dieron a él: la enseñanza de que no hay que soportar ninguna injusticia.
El sindicalista protagoniza la huelga del corralón municipal que tiene paralizada la obra pública en este distrito desde hace una semana. Vida y obra de un hombre al cual la muerte lo invitó varias veces a su morada.
Por Rodrigo Lescano
Sentados alrededor de los portones del corralón municipal de San Fernando, un grupo de empleados municipales no deja entrar ni salir a ninguno de los camiones que se encargan de transportar los materiales necesarios para las obras de este distrito. Desde hace una semana, se lleva a cabo la huelga de los trabajadores del Centro de Servicios y Obras Públicas, organismo perteneciente al municipio que comanda el peronista Juan Andreotti.
La lucha tiene como bandera el pase a planta de permanente de ocho operarios bajo contrato temporal y por aumento de salarios para todo el personal. El asta lo porta la Asociación de Trabajadores Municipales de San Fernando y el abanderado es Santos Pereyra, miembro de la comisión directiva de este gremio y empleado del corralón desde 1987.
Cruza la avenida Maipú y se dirige hacia el bloqueo. Está acompañado por su hijo Francisco de 10 años, el cual sostiene con una de sus manos un pancho y lleva una pelota en la otra. Este fin de semana le "toca" cuidarlo. Se sienta en una de las sillas del gazebo instalado por el gremio en uno de los paredones del corralón. Allí confiesa que quiere darle a Francisco todo lo que sus padres no le brindaron a él.
Quilombos
Nacido el 8 de abril de 1966 en Tucumán, su familia se radicó en San Fernando cuando él tenía nueve años. Traían consigo la esperanza de encontrar un bienestar en una zona norte que todavía no había sido arrasada por las políticas neoliberales de las décadas siguientes. Sin embargo, esos anhelos desaparecieron en Santos cuando la violencia social del barrio San Jorge, en el cual residió durante su juventud, lo consumió.
El gremialista define su adolescencia como "problemática", pero no quiere profundizar en su paso por un internado de menores. Solo relata que recibió dos tiros de escopeta y uno en el pecho en esa etapa del barrio donde hubo "40 muertos".
Para salir de esos "quilombos" que lo aturdían, decide mudarse al centro de San Fernando para formar una familia con su primer matrimonio. Como para cualquier ser humano que escapa de realidades adversas, el trabajo es un pilar para todo proyecto: ingresa en 1987 al corralón municipal, el cual en ese entonces estaba ubicado sobre las calles San Ginés y Quirno Costa.
Su labor es vital: limpiar los sumideros para que esa ciudad costera no se inunde. Se enfoca en su trabajo para escapar de los "quilombos". "En ese momento, definí no escabiar ni drogarme más", afirma a este cronista mientras pasa un camionero por el corralón y toca su bocina para darle ánimo a los que luchan.
Pararse de mano a la injusticia
En los últimos treinta años, Santos Pereyra trabajo para todas las gestiones peronistas que ocuparon el palacio municipal sanfernandino: desde Alfredo Viviant, el primer intendente elegido durante la vuelta de la democracia, pasando por Gerardo Amiero hasta la actual gestión de la familia Andreotti. Fue con estos últimos donde se despertaron sus pasiones gremiales.
"Siempre fui solidario y me paré de ?mano' ante las injusticias. Sabía que el gobierno de Luis Andreotti me quería despedir. Por eso, me postule de delegado", recuerda mientras le ordena a su hijo que no juegue a la pelota en la calle.
"Para los Andreotti, los municipales somos unos negros de mierda", protesta. Su odio a esta familia que proviene del massismo sale por todos sus poros: "Quieren estar en el poder para hacerse millonarios. El actual intendente cobra 4 millones de pesos, mientras que nosotros, 130 mil".
Siempre estuvo en la mira de Luis Handsen, el director del corralón, el cual lo amenazó de muerte a su compañero delegado y a él en 2016. "Yo tengo la plata para pagarle a un sicario y hacerlos mierda", expresó este funcionario en un audio que se difundió en los medios locales. El motivo: reclamar el pago de horas extras.
Hace 4 años que no es más delegado Santos, ya que es miembro de la comisión directiva del sindicato municipal. El conflicto reciente en el corralón alimentó sus ganas de volver a ocupar este puesto.
Enseñanza para Francisco
A sus 57 años, Santos Pereyra tiene colocado dos stents coronarios y sufre diabetes y artritis reumatoidea. Atravesó dos divorcios y perdió un hijo hace unos años. Con esos dolores, que duelen más que los disparos del barrio San Jorge, sigue sumergiéndose en los sumideros a igual que sus compañeros. "Por mi categoría de encargado no es necesario que lo haga, pero no quiero tener las manos en los bolsillos", asegura.
También sigue luchando. Su familia y sus cercanos le reniegan todo el tiempo su actividad sindical. "Ellos me preguntan por qué tengo la necesidad de estar en este lugar. Lo hago porque no me gusta que el que tenga poder maltrate a los pibes contratados".
Se define como una persona tranquila, que le gusta salir los fines de semana con sus amigas y mirar Netflix. Esos planes, por el momento, están cancelados. El conflicto del corralón no parece resolverse a corto plazo y siento que mi entrevista deberá ser finalizada porque debe debatir con sus compañeros cómo será el plan de lucha los días próximos.
Para Pereyra, el eje de su vida pasa por compartir tiempo con Francisco, su hijo de 10 años que juega un picadito con los operarios en uno de los paredones del corralón. Santos no lo sabe, pero le está dando a Francisco algo que sus padres tal vez no le dieron a él: la enseñanza de que no hay que soportar ninguna injusticia.